Núñez Alonso, Alejandro - Semíramis - Tetralogía

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Núñez Alonso, Alejandro - Semíramis - Tetralogía

Notapor JuanDeLezo » 10 Sep 2016, 08:36

Semíramis - Tetralogía

Núñez Alonso, Alejandro




Semíramis

Núñez Alonso, Alejandro
Saga: Semíramis - 1
Título: Semíramis
Autor: Núñez Alonso, Alejandro
ISBN: 9788492461189
Año de publicación: 2008
Primera edición: 1965
Colección: Serie Semíramis, 1
Recomendado por: JuanDeLezo

'Semíramis' es el primero de los cuatro volúmenes de que consta esta saga dedicada a novelar la vida de la legendaria figura del mismo nombre. Fueron publicados originalmente entre 1965 y 1974 por el escritor, guionista y periodista asturiano Alejandro Núñez Alonso. Estamos en el año 806 antes de Cristo. Semíramis es esposa del rey de Asiria, Shamshiadad V, pero ambos viven separados, ya que Semíramis es patesi (gobernadora) de Babilonia, donde reside. Ambas naciones, vecinas y rivales, no se tienen demasiada simpatía, y ambas cortes son un nido de intrigas y manejos para medrar e influir en la sucesión. Las dos son culturas de una antigüedad tal que hacen parecer a Egipto un simple adolescente, y por lo tanto, están llenas de tradiciones, supersticiones y ritos milenarios entre los que Semíramis se siente poco cómoda. Los embajadores extranjeros, como el israelí Sadoc, han de dirigirse a ella como 'egregia patesi, excelsa Semíramis, amamantada de Ishtar, sol de Babilonia, fortaleza de los ejércitos, rendida sierva de los dioses, gloria imperecedera'. Incluso el propio hijo de Semíramis, Adadnirari, de nueve años, ha de dirigirse a ella en lenguaje ritual. Cualquier acto de la corte lleva consigo continuas consultas a los dioses, y las ciudades asiriobabilonias están llenas de divinidades, arúspices, interpretadores de sueños, libaciones rituales, oleomantes, hepatóscopos, y los guardaastros de la zigurat. También podemos encontrar comerciantes, caravanas, tabernas, prostitutas, prostitutos, generales, sacerdotes, consejeros, embajadores, sirvientes y concubinas de harén, con la famosa Semíramis en su centro. La mayor dificultad de este tipo de novelas, que es describir la geografía y las costumbres de lugares exóticos sin que parezca una guía de viajes ni interrumpa demasiado la acción, queda superada sin problemas. Ciudades y rituales aparecen descritos en detalle, pero sin estorbar, y en la extensión necesaria para comprenderlos y entender su importancia. El resultado es una mezcla de avance de la acción ligero y a la vez majestuoso que está realmente conseguido. Sobre el tema estrictamente histórico, decir que Semíramis es un personaje en gran parte legendario. Se la suele identificar con una tal Sammuramat del siglo IX antes de Cristo, y es aquí de donde Núñez Alonso parte, pero en todos los demás detalles es invención del autor, sin tener que ver apariciones anteriores de Semíramis en obras de Ovidio, Diodoro, Dante o Calderón. En este primer volumen el foco principal está en la lucha de Semíramis por mantenerse en su puesto y por demostrar a sus detractores y a su pueblo que merece continuar en él. Para eso, sin embargo, necesita endurecer su carácter, reaccionar ante rumores maledicentes sobre su persona y demostrar sus aptitudes de líder guerrera. Al mismo tiempo, muestra una creciente obsesión con la mortalidad e inmortalidad. ¿Es cierto que existe la planta de Gilgamesh, que aumenta la longevidad y aparta el espectro de la muerte? Semíramis está dispuesta a averiguar el secreto.
Semíramis, según la mitología, fue una de las reinas más famosas de la Antigüedad. Una hermosa y extraordinaria mujer cargada de misterio que consiguió, gracias a su valor, ser dueña absoluta del imperio asirio.
Se atribuye a la reina Shammuramat, llamada por los griegos Semíramis, entre otras proezas, la construcción de los bellos Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas clásicas del mundo. Reinó durante más de 40 años y desapareció del mundo envuelta en misterio, siendo transportada al cielo en forma de paloma para ser adorada como diosa entre los asirios y babilónicos.
A pesar de sus grandes hazañas pasó a la historia como un reina cruel, belicosa y devoradora de hombres. Núñez Alonso reconstruye novelada esta magnífica historia, adentrándose como solo él sabe en la vida y civilización asiriobabilónica.



Sol de Babilonia

Núñez Alonso, Alejandro
Saga: Semíramis - 2
Título: Sol de Babilonia
Autor: Núñez Alonso, Alejandro
ISBN: 9788432054556
Año de publicación: 2008
Primera edición: 1967
Colección: Serie Semíramis, 2
Recomendado por: JuanDeLezo

Aunque, de tanto utilizar la fórmula, haya terminado por ser un lugar común, esta vez es cierto: pocas veces el lector se siente tan dominado por el mundo y la peripecia que se desprenden de las páginas de una novela como en 'Sol de Babilonia', título que resume en su significado heráldico y físico la alucinante vida de Semíramis, reina de Asiria. El mito de la eterna juventud tiene sorprendente relieve en medio de una civilización milenaria. Semíramis, tras de una osada expedición guerrera a la India, regresa a Babilonia y, en su mismo palacio, se encuentra con la acechanza de las potencias rivales de Asiria: Urartu, Damasco, Fenicia y Egipto; situación que el autor desenvuelve dando un cuadro impresionante del mundo de la antigüedad, en el que no falta el reino español de Tartessos. Núñez Alonso, que realizó con certera fidelidad la descripción de las 'Saturnales' romanas en su famosa pentalogía de Benasur de Judea, ofrece en 'Sol de Babilonia' un Jubileo de Ishtar, la diosa de la fecundidad, digno de la maestría de su pluma. Las ceremonias religiosas vinculadas estrechamente a los ritos de prostitución sagrada adquieren en esta novela fuerza y colorido excepcionales. La crecida del Éufrates y del Tigris, que provoca una de las catastróficas inundaciones de Mesopotamia, aporta un dramático fondo a las fiestas paganas de sensualidad y extravío.



Estrella solitaria

Núñez Alonso, Alejandro
Saga: Semíramis - 3
Título: Estrella solitaria
Autor: Núñez Alonso, Alejandro
ISBN: 9788432054792
Año de publicación: 2008
Primera edición: 1972
Colección: Serie Semíramis, 3
Recomendado por: JuanDeLezo

Semíramis, movida por irreprimible ambición, llega hasta las fronteras del Bajo Egipto, pero renuncia a la conquista del imperio de los faraones. Empiezan los años oscuros de la patesi, y Adadnirari se posesiona del poder supremo de Asiria y Babilonia. Es la época de la estrella solitaria y de la decadencia del imperio. El valido Beltarsiluma, relegado a Borsippa, organiza una revolución comprometiendo en ella al profesorado y a los estudiantes de la escuela de escribas de Nabu, y el hijo de un aventurero, que después habrá de ser rey de Babilonia, se levanta contra la patesi.
Los astrólogos del 'zigurat' de Babilonia escudriñan el cielo. Tras una larga jornada de cálculos, establecen el horóscopo. Pero ninguno de ellos osa pronunciar un solo vaticinio. Asiria entra en una de las épocas más turbulentas. En el cerebro de Semíramis bullen ideas incomprensibles para sus súbditos; en su corazón, los más extraños, escondidos, desconcertantes sentimientos. La reina ha logrado, al fin, posesionarse del secreto de la inmortalidad y aparece ante la gente que la rodea como una criatura inaccesible. Mas se cumple el horóscopo del día de su coronación en medio del halago y del triunfo, del pavor y adulación que provoca en los reyes, vive como una estrella solitaria. Nadie osa acercarse a ella, porque nadie la comprende. Su lenguaje no se ajusta al de los hombres. Sólo Dungui, el vagabundo de Enlil, el misterioso amante de las noches de plenilunio, logra mantener diálogo lúcido, tierno, incluso humano con la diosa. Pero, en realidad, ¿cuál es el secreto de Semíramis, que la hace vivir joven una centuria y asistir a la conquista del mundo llevada a cabo por su nieto Tiglatpileser III, que, según el decir de las gentes, es hijo de la reina y del vagabundo de Enlil? En 'Estrella Solitaria', Núñez Alonso revela, a través de un argumento cargado de emotividad, este misterio, uno de los grandes enigmas de la antigüedad y que llegó a crear la leyenda de una Semíramis inmortal.



La reina desnuda

Núñez Alonso, Alejandro
Saga: Semíramis - 4
Título: La reina desnuda
Autor: Núñez Alonso, Alejandro
ISBN: 9788432054808
Año de publicación: 2008
Primera edición: 1973
Colección: Serie Semíramis, 4
Recomendado por: JuanDeLezo

Urartu, el tenaz enemigo de Asiria y el más firme oponente a su expansión territorial, cae bajo las armas asirias comandadas por Semíramis. Esta conquista, que colma intensas y tradicionales ambiciones asirias, es vista y vivida en muchos de sus aspectos por Malda, una niña urartia que, celosa de su madre, la abandona en la noche de huida y vuelve al pueblo nativo convertido en campamento de la tropa invasora.
Concluida la conquista, Semíramis hace levantar en Shaldi una ciudad real a la que llama Bit Sammuramat (Casa de Semíramis). Desde ese minúsculo reino, la patesi asiste como testigo interesada, y no pocas veces entrometida, a los reinados de sus nietos Salmanasar IV, Asurdán III, Asurnirari V y Teglatphalasar. Las atenciones políticas las alterna con amores, excentricidades y extravíos que dan fama a Bit Sammuramat de recinto de escándalo y terror. Dañada por la incurable dolencia de la inmortalidad, Semíramis distrae su tedio despertando violentas pasiones cuando ya su longevidad se hace centenaria.

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Re: Núñez Alonso, Alejandro - Semíramis - Tetralogía

Notapor JuanDeLezo » 10 Sep 2016, 09:27

QUIEN QUIERA QUE SEAS, DE DONDE QUIERA QUE LLEGUES, SABE, VIAJERO, QUE ENTRAS EN BABILONIA, LA MÁS HERMOSA Y HOSPITALARIA CIUDAD DEL ORBE, GOBERNADA POR SHAMMURAMAT, BAJO LA MIRADA BENEVOLENTE DE MARDUK.

La Babilonia de Heródoto

El historiador griego Heródoto, en el siglo V a. C., visitó Babilonia y dejó una detallada descripción de la ciudad que conoció. Dice así, en el libro I de sus Historias:
« ... Después de la destrucción de Nínive los reyes tenían establecida la Corte en Babilonia, una ciudad que es como sigue. Está situada en una gran llanura, forma un cuadrado y, en cada lado, tiene una extensión de ciento veinte estadios; así, el perímetro de la ciudad tiene en total cuatrocientos ochenta estadios. Ésta es, por consiguiente, la enorme extensión de la capital de Babilonia y, que nosotros sepamos, su trazado no era comparable al de ninguna otra ciudad. Primero la circunda un foso profundo y ancho, lleno de agua, y luego un muro que tiene una anchura de cincuenta codos reales y una altura de doscientos codos (el codo real es tres dedos más largo que el ordinario). Aparte de esto, debo además explicar en qué se empleó la tierra procedente del foso y cómo se construyó el muro. A medida que abrían el foso, iban convirtiendo en ladrillos la tierra extraída de la excavación, y cuando hubieron moldeado un número suficiente de ladrillos, los cocieron en hornos; posteriormente utilizando asfalto caliente como argamasa e intercalando cada treinta hileras de ladrillos las esteras de cañas, construyeron primero los paramentos del foso y después, de la misma manera, el muro mismo. En lo alto del muro también levantaron, a lo largo de sus arcenes, unas casamatas de un solo piso, situadas las unas frentes a las otras; y entre ellas dejaron espacio para el paso de una cuádriga. En el circuito del muro hay, además, cien puertas, todas ellas de bronce, lo mismo que sus quicios y dinteles. A una distancia de ocho jornadas de camino de Babilonia hay, por cierto, otra ciudad; su nombre es Is. Allí mismo hay un río, no muy grande –cuyo nombre es, asimismo, Is–, que vierte su caudal en el río Éufrates. Pues bien, este río, el Is, produce numerosos grumos de asfalto mezclados con el agua, y de ahí se obtuvo el asfalto para el muro de Babilonia.
» De esta manera, pues, estaba fortificada Babilonia. La ciudad, por otra parte, tiene dos sectores, pues por su mitad la divide un río, cuyo nombre es Éufrates, que procede del país de los armenios; es un río grande, profundo, y de curso rápido que desemboca en el mar Eritreo. Pues bien, por uno y otro lado de la ciudad, la muralla se ve prolongada en ángulo hasta el río y, a partir de su confluencia, se extienden, a lo largo de las dos orillas del mismo, los contramuros interiores en forma de un vallado de ladrillos cocidos. La ciudad propiamente dicha, que se halla plagada de casas de tres y cuatro pisos, está dividida en calles rectas, tanto las paralelas al río como las transversales que a él conducen. Precisamente frente a cada calle transversal, en el vallado que bordea el río, había unas poternas en número igual al de las callejas. Esas poternas eran, asimismo, de bronce y daban acceso a la orilla misma del río.
» Ese muro es, en suma, como una coraza, y por la parte interior corre, paralelo a él, otro muro, no menos resistente que el primero, pero sí más estrecho. Asimismo, en el centro de cada uno de los dos sectores de la ciudad se alzaba un edificio fortificado; en un sector, el palacio real, dotado de un recinto grande y sólido; y en el otro, un santuario de bronce –que todavía existía en mis días– consagrado a Zeus Belo, formando un cuadrado de dos estadios de lado. En la parte central del santuario hay edificada una torre maciza de un estadio de altura y otro de anchura; sobre esta torre hay superpuesta otra torre y otra más sobre la última, hasta un total de ocho torres. La rampa de acceso a ellas está construida por la parte exterior, dispuesta en espiral alrededor de todas las torres. Y hacia la mitad de la rampa hay un rellano y unos asientos para descansar, donde se sientan a reponer fuerzas los que suben. En la última torre se levanta un gran templo; en él hay un gran lecho, primorosamente tapizado y a su lado una mesa de oro. Sin embargo, en este lugar no hay erigida estatua alguna y de noche nadie puede permanecer allí, con la única excepción de una mujer del lugar, a quien el dios, según cuentan los caldeos –que son los sacerdotes de esa divinidad–, elige entre todas. Esos mismos sacerdotes sostienen –aunque para mí sus palabras no son dignas de crédito– que el dios en persona visita el templo y que descansa en la cama, al igual que ocurre, al decir de los egipcios, en Tebas de Egipto (pues también allí se da el caso de que una mujer duerme en el templo de Zeus tebano, y aseguran que esas dos mujeres no mantienen relaciones con hombre alguno); y lo mismo hace en Patara de Licia la profetisa del dios cuando éste acude, pues en realidad allí no siempre funciona el oráculo. Ahora bien, cuando el dios acude, entonces se encierra con él por las noches dentro del templo.
» El santuario de Babilonia cuenta, asimismo, con otro templo abajo, en el que hay una gran estatua sedente de Zeus, en oro, y a su lado una gran mesa de oro, siendo el pedestal de la estatua y el trono, asimismo, de oro. Estas piezas, al decir de los caldeos, están hechas con ochocientos talentos de oro. Fuera del templo hay un altar de oro y hay, además, otro altar de gran tamaño sobre el que se inmolan las reses adultas, ya que en el altar de oro sólo se pueden inmolar lechales. Asimismo, sobre el altar mayor los caldeos queman cada año, cuando celebran la Fiesta en honor de ese dios, mil talentos de incienso. Y por aquel entonces había todavía en ese sagrado recinto una estatua de oro macizo de doce codos de altura. Yo no la he visto, simplemente repito lo que dicen los caldeos.
Darío, hijo de Histaspes. puso sus miras en esta estatua, pero no se atrevió a apoderarse de ella; en cambio, su hijo Jerjes se apoderó de ella e hizo matar al sacerdote que prohibía cambiar la estatua de sitio. Estas son, en suma, las bellezas que adornan este santuario y hay, además, numerosas ofrendas privadas.
» Por ciento que, entre los numerosos reyes de la ciudad de Babilonia que sin duda ha habido –a ellos aludiré en mi historia sobre Asiria– y que adornaron sus murallas y santuarios, se cuentan, en concreto, dos mujeres.
La que reinó en primer lugar, que vivió cinco generaciones antes que la segunda y cuyo nombre era Semíramis, mandó construir a lo largo de la llanura unos diques, que merecen contemplarse, mientas que antes el río solía desbordarse por toda la llanura.
» Por su parte, la reina que vivió con posterioridad a la susodicha, cuyo nombre era Nitocris y que fue más perspicaz que la que le había precedido en el trono, dejó unos monumentos que yo pasaré a describir con detalle, y, de paso, viendo que el imperio de los medos era pujante y que no permanecía inactivo, antes al contrario, que, entre otras ciudades, se habían apoderado incluso de Nínive, adoptó contra ellos todas las precauciones que pudo. Primeramente, al río Éufrates, que antes era recto y que corre por en medio de su ciudad, le abrió tantos canales curso arriba de la misma y lo hizo tan sumamente tortuoso que, en la actualidad, en su curso pasa hasta tres veces por una aldea de Asiria (el nombre de la aldea por la que pasa el Éufrates es Arderica). Y hoy en día quienes se trasladan desde nuestro mar hasta Babilonia, cuando navegan el río Éufrates abajo, pasan por tres veces, y en tres días diferentes, por la mencionada aldea. Esa fue, pues, la obra que mandó hacer. Además, a lo largo de cada orilla del río, levantó un dique digno de admiración por el espesor y altura que tiene. Y curso arriba de Babilonia, a mucha distancia de la ciudad, mandó excavar, paralelamente al río y a poca distancia de él, un depósito para un lago, ahondando en la profundidad de la excavación hasta el nivel del agua y dando a su perímetro una extensión de cuatrocientos veinte estadios: la tierra que se extraía de esa excavación la empleó en terraplenar los márgenes del río. Una vez que tuvo terminada la excavación, hizo traer piedras y tendió en torno al lago un pretil circular. Mandó realizar ambas obras –que el curso del río resultara tortuoso y que la excavación quedara totalmente anegada– para que la corriente del río, quebrada en numerosos meandros, fuese más lenta; para que los viajes en barco a Babilonia se hiciesen dando vueltas y para que, después del trayecto en barco, hubiera que dar todavía un largo rodeo al lago. Esas obras las mandó hacer en la zona del país en que se encontraban las vías de penetración y el camino desde Media resultaba más corto, para evitar que los medos pudieran mantener contactos con ellos y enterarse de su situación. Así pues, protegió la ciudad con estas obras de excavación y de ellas sacó, además, el siguiente partido. Como la ciudad tenía dos sectores y el río pasaba por en medio, en tiempos de los reyes que la precedieron, cuando se quería pasar de un sector a otro, había que hacerlo en barca, cosa que, a mi juicio, resultaba molesta. Pues bien, ella subsanó también esta contingencia, ya que, tras excavar el depósito del lago, merced a esa obra pudo dejar este otro monumento. Mandó cortar unos enormes bloques de piedra y, cuando tuvo listos esos bloques y excavado el emplazamiento del lago, desvió todo el caudal del río hacia el lugar que había hecho excavar; y mientras el depósito se iba llenando, entretanto, cuando el antiguo cauce se quedó seco, primero canalizó con ladrillos cocidos, con arreglo a la misma disposición que en la muralla, las márgenes del río a su paso por la ciudad y las bajadas que llevaban de las poternas al río; luego aproximadamente en el centro de la ciudad, construyó un puente con los bloques de piedra que había hecho extraer, ensamblándolos con hierro y plomo. Y sobre el puente, al rayar el día, hacía colocar unos maderos cuadrangulares, por los que los babilonios pasaban al otro lado, pero durante las noches, por lo general quitaban los maderos en cuestión con objeto de evitar que, merodeando a favor de la noche, se robasen los unos a los otros. Y, cuando el depósito que había sido excavado se transformó, merced al río, en un lago lleno de agua y estuvo concluida la construcción del puente, volvió a desviar el río Éufrates desde el lago a su antiguo cauce. Así, la transformación de la excavación en una zona pantanosa pareció una obra oportuna y los ciudadanos tuvieron un puente a su disposición.
» Esta misma reina urdió también la siguiente añagaza. Sobre las puertas más transitadas de la ciudad se hizo construir, en lo alto del dintel de las mismas, su propia tumba y ordenó grabar en ella una inscripción que decía así: "Si algún rey de Babilonia posterior a mí anda escaso de dinero, que abra mi tumba y tome el dinero que quiera; ahora bien, si en realidad no se ven en la escasez, que no la abran bajo ningún concepto, pues no le reportará beneficio". Esta tumba permaneció inviolada hasta que la dignidad real recayó en Darío. Este consideraba decididamente absurdo no utilizar aquellas puertas y no tomar el dinero, cuando se hallaba allí depositado y la propia inscripción invitaba a ello (por cierto que no utilizaba para nada las puertas en cuestión a fin de evitar que, al franquearlas, el cadáver quedara sobre su cabeza). Pero al abrir la tumba, no encontró dinero: tan sólo el cadáver y una inscripción que rezaba así:
"si no fueras codicioso y mezquino con el dinero, no abrirías los sepulcros de los muertos". Según cuentan, así fue, en suma, aquella reina».


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Re: Núñez Alonso, Alejandro - Semíramis - Tetralogía

Notapor Joseph54 » 10 Sep 2016, 10:29

Excelente aportación. En la versión ebook, el enlace al primer libro descarga el segundo. En la versión audio descarga bien el primero.
Muchas gracias y Saludos.
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Re: Núñez Alonso, Alejandro - Semíramis - Tetralogía

Notapor JuanDeLezo » 10 Sep 2016, 10:52

Muuuchas gracias, Joseph. Ya está arreglado; seguramente me he hecho un lío poniendo los cuatro libros en un solo sitio.
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Re: Núñez Alonso, Alejandro - Semíramis - Tetralogía

Notapor ELHENNA » 10 Sep 2016, 19:57

Gracias a todos, una buena aportación, gracias a todos
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