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Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 2 - La banda de los musulmanes

NotaPublicado: 19 Nov 2016, 22:09
por JuanDeLezo
(AUDIO)


Saga: Sepulturero Jones y Ataúd Johnson - 2
Título: La banda de los musulmanes
Autor: Himes, Chester B.
UUID: e049743c-4377-484d-b375-c71ff05d03de
Primera edición: 1959
Título original: The Real Cool Killers
Colección: Akal básica de bolsillo, 202
Tamaño: 26711Kb.
Recomendado por: JuanDeLezo
Un hombre blanco en un club de negros en Harlem es atacado, perseguido y asesinado en la calle. Cuando Grave Digger Jones y Coffin Ed Johnson llegan a la escena del crimen, la resolución del caso parece sencilla, pero todo se va complicando: Coffin Ed mata a un miembro de la banda de los Musulmanes, a la que pertenece su hija, y el sospechoso principal se escapa, pero cuando encuentran su arma resulta que es de fogueo. Entonces, ¿quién ha matado al hombre blanco en Harlem?



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Re: Himes, Chester B. - Sepulturero Jones y Ataúd Johnson 2 - La banda de los musulmanes

NotaPublicado: 19 Nov 2016, 22:10
por JuanDeLezo
Estoy bajando pa’l río,
y allí me sentaré n’el suelo.
Si la tristeza de mí s’apodera,
al agua’rrojaré mis huesos...

Big Joe Turner estaba cantando una adaptación rock-and-roll de Dink’s Blues. El ritmo fuerte y melódico surgía de la máquina de discos con suficiente energía como para derretir el hueso.
Una mujer saltó de su asiento frente a una mesa como si la música la hubiera pinchado con chinchetas. Era una mujer negra y delgada con un vestido de punto rosa y medias rojas de seda. Se subió la falda y empezó a bailar con ímpetu como si estuviera intentando sacudirse las chinchetas una a una.
Su ánimo resultaba contagioso. Otras mujeres se bajaron de un salto de sus altos taburetes y se unieron al baile. Los clientes se rieron y dieron voces, y comenzaron también a moverse. El pasillo entre la barra y las mesas se convirtió en una tormenta de cuerpos en movimiento.
Big Smiley, el gigantesco barman, empezó a recorrerse la barra de un lado a otro arrastrando los pies como si fuera una locomotora.
Los clientes de color del Dew Drop Inn de Harlem, entre la calle 129 y Lenox Avenue, se estaban divirtiendo como nunca esa fría y despejada noche de octubre.
Un hombre blanco que estaba de pie cerca de la mitad de la barra los miraba con una diversión cargada de cinismo. Era la única persona blanca presente.
Era un hombre corpulento, de más de metro ochenta de altura, vestido con un traje de franela gris oscuro, camisa blanca y corbata de color rojo sangre. Tenía el rostro amarillento, de facciones amplias y con la piel manchada de la disipación. Tenía el abundante cabello negro salpicado de canas. Sostenía la colilla de un puro consumido entre los dos primeros dedos de la mano izquierda. En el tercero había un sello. Aparentaba unos cuarenta años.
Las mujeres de color parecían estar bailando exclusivamente para su diversión. Un ligero rubor se extendía por su rostro amarillento.
La música paró.
Una voz fuerte y áspera dijo amenazadora por encima de las jadeantes risas:
—M’apetece rajarle’l cuello a algún blanco hijoputa.